sábado, 27 de agosto de 2011

El milagro del vino

Uno de los muchos milagros que se cuenta que hizo Jesusito en sus vacaciones en la tierra fue que convirtió el agua en vino, con las consecuencias tremendamente prácticas que el milagro en si acarrea. Imaginen como sería la vida si pudieses hacer que de una fuente saliese vino. Muchos vagabundos lo agradecerían, ¿o no?
Bueno, olvidémonos de temas religiosos por ahora (eso ya lo tocaré en uno de mis Tubos de Ensayo) y centrémonos en este milagro tan curioso que nos dejó JC. Veamos…



Partamos de la base de que transformar una sustancia en otra es físicamente imposible (he ahí la gracia, si fuera posible no sería un milagro), por lo que algo hay ahí que falla. Bien, pensemos que estamos viviendo hace más de dos mil veranos, que no tenemos Internet, que no existe la ciencia, que adoramos a todo lo que hace cosas raras y apelamos a la voluntad divina y al dogma de fe para explicar todo aquello que está fuera de nuestra comprensión. Digamos que si un viajero en el tiempo apareciese delante de la gente de la época con una cámara de fotos para llevarse recuerdos, sería considerado de semidiós para arriba. Y lo que es más importante: si por una casualidad del destino, una de esas posibilidades entre miles de millones, en algún momento y lugar se desata una reacción química entre dos sustancias (por ejemplo, lluvia ácida procedente de un volcán que corroa la piedra caliza, os voy a ahorrar la reacción química), en ese momento los lugareños pensarán que lo ocurrido es un milagro, un castigo divino, o el fin del mundo tal y como se conocía.

Volvamos a lo del agua y el vino. Por poneros un ejemplo, echad un ojo a este video que grabamos en una de las clases de mi primer año de carrera. Jorge realizaba una volumetría con sosa (hidróxido de sodio, NaOH) y fenolftaleína como indicador (ahora os explico), y yo grababa la situación, ya que parecía “magia”:



Vale, olvidaos de lo mal que suena mi voz, de la voz del profesor de fondo, de mi estuche de Mortadelo y Filemón, y de las frases poco científicas como “échale ahí a chorro, que cambie”. Pensad en lo que habéis visto. Lo que aparentemente era agua, aparentemente se convierte en un vino (un poco clarito, quizás mezclado con agua). ¿Entendéis a lo que quiero llegar?
Explicacion to científica (Sáltesela quien no quiera aprender): Lo que Jorge y yo realizábamos es una volumetría. Consiste en averiguar la concentración de una sustancia, en función de cómo reaccione con otra. En este caso medíamos la acidez del vinagre. Si sabemos la cantidad de sosa que estamos echando para que reaccione, podemos calcular la cantidad de ácido acético que hay en el vinagre, y así su acidez. Pero claro, ¿como se sabe que ha reaccionado todo? Pues para eso se usa la fenolftaleína, un indicador. La función principal que tiene es cambiar de color cuando la sustancia pase de ser ácida (pH bajo) a ser básica (pH alto, lo contrario de ácida), y así saber que todo el ácido que había en la sustancia (acético en el vinagre) ya ha reaccionado con la base que se le echa (sosa en este caso) y en ese momento medir cuanto hemos añadido de sosa para empezar a calcular. Solo se necesitan unas gotas del indicador para valorar.

Mucho tecnicismo... Resulta un poco lioso, lo se. Vale, quedaos con que cuando la sustancia es básica, el “agua” se vuelve violeta. Sinceramente, no tengo ni idea de si la fenolftaleína se encuentra en la naturaleza, pero imaginad que si. Imaginad que, no solo existe, si no que por algún casual se encuentra manchando un vaso de los que usaban para sacar el agua de un tonel. Imaginad que en el tonel hay pH alto, y por lo tanto, el “agua” que contiene es básica (por el motivo que sea, porque haya bacterias, porque haya caído dentro alguna sustancia básica, lo que sea, echadle imaginación leñe). Imaginad que de repente el vaso, que está manchado de fenolftaleína, entra en contacto con el agua cuando alguien se acerca a beber. Y se marcha sin darse cuenta. Y mientras el contenido del tonel se vuelve rosa, casi morado. Y cuando alguien se acerca y lo ve, lo atribuye a un milagro.
¿Y si Jesusito fue un químico accidental? ¿Y si fue el primero en usar fenolftaleína, de forma inconsciente?

Bueno, toda esta chorrada es solo para que comprobéis que los milagros que la Biblia cuenta, hoy en día los hace cualquiera. Y que en pleno siglo 21, creerse que alguien convirtió el agua en vino es querer cerrarle los ojos a posta a la verdad. Me parece cuanto menos curioso que hoy en día lo raro sea no creérselo, en pleno siglo 21, repito. Y que por muy absurda que os parezca esta explicación, creedme, es mucho más absurdo creer que lo transformó de verdad.

Vaaaaale, ya paro, que cada uno se crea lo que quiera.

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